Del epílogo de Miguel Sánchez-Ostiz. "Lo tengo por el mejor escritor boliviano de hoy, pero como media la amistad y el afecto, y hasta manías comunes, esto que digo y nada es lo mismo. (...) El de Muerta ciudad viva es un relato de una dureza extraordinaria,
pero describe bien el escenario, Cochabamba, esa ciudad populosa, de
muchas buganvillas y una placidez indiscutible de vida urbana, y a la
vez de mugre y aire viciado que a ratos hiede, de comederos, chicherías
mugrientas, desmontes, basurales y puteros, con un río que es una
cloaca, con un cementerio donde se celebran ceremonias pavorosas y locales
inverosímiles de trago duro, mercados febriles, que le azuzan al autor
el amor del disgusto, el de la ira y la añoranza irremediable. Cuando las puertas del mercado cierran, se abren las del mundo de la noche, ese en el que el personaje puesto en escena por Ferrufino busca la abyección, y desde ese otro lado escribe Claudio. (...) No es esta una novela para estómagos delicados ni para cazadores de micromachismos ni para puritanos de nueva hornada que cunden de manera asombrosa.” (Limbo Errante)
No hay comentarios:
Publicar un comentario